miércoles, 6 de enero de 2010

TRIBUS URBANAS



Tal vez, Marshall McLuhan no visualizó cuando conceptualizó la idea de “Aldea Global”, que la ciudad contemporánea del siglo XXI se transformaría literalmente en “el mundo” y que albergaría a personajes misceláneos, entre ellos los clasificados en las llamadas “tribus urbanas”, una consecuencia más de los cambios que provoca la modernidad en la sociedad mundial en los últimos 10 años.

De las “tribus urbanas” se ha dicho casi de todo: que son enfermos de la cabeza, que botan su vida a la basura y otras cosas idiotizantes.

Lo que sí es cierto, es que el dilema shakespierano del ¿ser o no ser?, aplicado a las “tribus urbanas”, afectará la ciudad contemporánea con la misma histérica reacción con que actúan los padres de familia cuando descubren que tienen un hijo pokemón, otaku, skater o emo y no saben qué hacer con eso.

Las “tribus urbanas” están compuestas por jóvenes de entre 14 o 15 años y que sobrepasan la barrera de los 20 años. Se les reconoce porque construyen su identidad, a través de una auto imagen manifestada en características explícitas en el vestir, tener ideas comunes (hacen, dicen y actúan igual), profesar estilos musicales, utilizan las TIC (fotolog fundamentalmente) y se agrupan en parodias de familias (sus comunidades).

Un rápido zapping existencial a estos grupos de “tribus urbanas” permite establecer el impacto que tienen sobre la ciudad. Primero porque, por lo general, son grupos que se marginan de la sociedad civil organizada. Segundo, porque su desabrido e individualista estilo “carpe diem” (tópico latino que significaba en el Renacimiento “vivir el día”) afecta la ciudad y sus problemáticas. Un ejemplo marginal de esto son los seudo-graffiteros neonazis que no dejan monumento y pared si rayar.

Las “tribus urbanas” no son un fenómeno nuevo en nuestra sociedad moderna. La psicología social las descubre en la sociedad japonesa post Bomba Atómica y con mucha nitidez, en el Movimiento Hippie de los años 60’ y en donde, en plena “Guerra fría”, crearon la llamada “Revolución de las Flores”, un movimiento de contracultura donde el Hippie tenía como pilares el amor por la música, el pacifismo, la lucha contra la sociedad establecida y el deseo de una mayor libertad, mediante la utilización instrumental de la píldora anticonceptiva (para la práctica del “amor libre”) y la marihuana (para alucinar con crear un psicodélico mundo propio).

No es mi afán crear alarma pública, pero si concordamos en que la ciudad contemporánea aglutina a un heterogéneo grupo de personas (profesores, abogados, choferes, payasos, prostitutas, delincuentes, curas, amantes, etc.), entonces, en esta lógica no es exagerado pensar que en 10 o 15 años más nuestra ciudad y sus instituciones (municipio, bancos, gobernación, colegios, etc.) sean gobernadas por ex pokemones-pelolais-emos-góticos. En el pasado ya lo hicieron ex hippies. Por lo tanto, no está demasiado lejos el día en que Los Andes se transforme, por fin, en una “ciudad gótica”. En realidad, en algunas instituciones de nuestra ciudad ya están gobernando un Acertijo, una Gatúbela, un Wason y un Pingüino (como en los juegos de azar, raspe estos nombres en negritas y descubrirá a la persona detrás del personaje).




* Este artículo también se ha publicado en Diario Electrónico Los Andes Online, Diario La Voz y Revista Viva Los Andes.
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